Llegamos a la Guinness Storehouse
Irlanda

Kilmainham Gaol y el Museo Guinness, dos de las joyas de Dublín

Tras nuestra visita a los lugares más emblemáticos de Dublín que hiciéramos el día anterior, hoy les tocaba el turno a dos espectaculares edificios situados en las afueras de la ciudad. Uno de ellos es la antigua cárcel de Dublín, en la cual vieron sus vidas finalizar personajes tan ilustres como el revolucionario James Connolly, cuyo tesón se vio recompensado con la independencia irlandesa, aunque no viviera para verlo. El otro edificio, con una historia mucho más alegre, es el edificio de la icónica cerveza irlandesa, la Guinness. Un espectacular museo de siete plantas en el que aprendimos todo acerca de la preciada cerveza negra. Historia y diversión unidas en un solo día. Vamos allá.

Kilmainham Gaol, la prisión de Dublín

Se trata de uno de los edificios más queridos de la ciudad de Dublín a pesar de haber sido una cárcel. Inaugurada en 1796, ha sido lugar de encarcelamiento de numerosas personalidades de la reciente historia irlandesa. ¿Por qué es entonces tan querida? Esta prisión ha sido el lugar donde se encerraron y ejecutaron algunos de los líderes de las revueltas irlandesas que tanto lucharon por la independencia del país. Es visto, por lo tanto, como un símbolo de lucha contra el dominio británico y, no hay irlandés que no se enorgullezca de esta cárcel.

Visitamos la prisión de Dublín

La cárcel dejó de operar como tal en el año 1924, por lo que permaneció abierta durante 128 años. Durante todos estos años, sus celdas han visto desfilar indistintamente niños, mujeres y hombres y en la actualidad se trata de una de las cárceles-museo más conocidas del mundo.

 

En nuestro caso, tomamos la línea 69 (aunque también nos habría valido la 79) y nos bajamos en la parada Kilmainham Jail. Desde la parada hasta la entrada a la cárcel, apenas hay 5 minutos andando.

Llegamos a la prisión de Kilmainham

Nada más llegar nos dispusimos a entrar, pero la chica que había en la entrada nos dijo que la siguiente visita era a las 12:05 (y eran poco más de las 10 de la mañana). La verdad es que no sabíamos que no se podía visitar sin guía, así que tenedlo en cuenta. No obstante, Kilmainham es un lugar muy visitado, por lo que os recomendamos que compréis los tickets online y así os evitáis las esperas. Podéis hacerlo en la web oficial.
Aunque la visita a la prisión se hace con visita guiada, la visita al museo que existe dentro de Kilmainham es libre, así que decidimos visitar el museo mientras llegaba la hora de visitar el interior de la cárcel.

Visitando el museo de Kilmainham

El museo está muy bien estructurado y en él se expone cómo era el día a día de los reclusos.
Además, se pueden ver objetos originales que pertenecían a los prisioneros. Lo que más nos llamó la atención fueron una serie de dibujos de toda índole con los que los prisioneros mataban el tiempo libre.

Viendo los dibujos de Kilmainham

Pero, entre todo el material allí expuesto, lo que más nos sobrecogió es una carta escrita por Peter Cassidy, un líder revolucionario irlandés, en la cual se despide de su madre días antes de ser ejecutado. Además, en dicha carta expresa lo orgulloso que está de morir por su patria y le pide a su madre que rece por él. Realmente sobrecogedor.

Sobrecogedora carta en Kilmainham

Tras ver el museo, aún teníamos una hora hasta que llegase nuestro turno para visitar el interior de la prisión, así que decidimos acercarnos a un parque cercano para que los niños corriesen y llegasen cansados a la visita…trucos de padres jeje.

Visitando un parque en los alrededores de Kilmainham

Ahora sí, llegaba la hora de la esperada visita. Nos recibía en el interior el que iba a ser nuestro guía y comenzó a explicarnos la historia de la cárcel. Sin más preámbulo, nos vimos inmersos en la zona principal de la cárcel. Un gran espacio cerrado con celdas en tres niveles se mostraba ante nosotros.

Patio interior de Kilmainham

La verdad es que realmente impresiona ver esa increíble estructura y pensar que ahí dentro compartieron celdas niños, mujeres y hombres sin ningún tipo de separación. Por supuesto, es posible entrar en algunas de las celdas que permanecen abiertas para que los visitantes se hagan una idea de cómo era el día a día de un preso cualquiera. Nos metimos en una de ellas y la verdad es que no nos imaginamos estar más de dos días ahí recluidos. Es para volverse loco.

Celda cualquiera en Kilmainham

Nuestro guía nos contó que, antes de la reforma victoriana, la cárcel no disponía de cristales ni de luz eléctrica, por lo que, en invierno, las condiciones que había allí dentro eran insufribles. El viento, la lluvia y la humedad se colaba por cualquier resquicio helando los huesos de los allí presentes. Un panorama desolador.

Un escenario de película

Semejante escenario no ha pasado inadvertido para los grandes cineastas. Kilmainham ha servido de improvisado plató para películas tan conocidas como The Italian Job, Michael Collins o En el nombre del padre.

Las condiciones mejoran tras la reforma victoriana

En el año 1860, se decide renovar la cárcel. Para ello, se construye una nueva ala con el que arreglar la saturación de presos que existía hasta la fecha. Además, se instalan cristales y se abren ventanas a través de las cuales pudiese pasar la luz. Con ello se buscaba que los presos anhelasen el exterior y se arrepintiese de sus fechorías. Con la reforma también se produjo la separación de hombres, mujeres y niños, y aunque una cárcel nunca es un edificio de buen gusto, por lo menos las condiciones mejoraron algo para los reclusos.
Aún hoy en día se pueden ver las condiciones en las que vivían los presos antes de la reforma. Pasillos lúgubres daban paso a celdas aisladas entre la podredumbre y la humedad. Condiciones totalmente infrahumanas.

Pasillo interior de Kilmainham

Salimos al patio, lugar de ejecuciones

Tras la tétrica visita, nuestro guía nos condujo al patio de la cárcel. Agradecimos bastante que nos diera el aire fresco de la mañana ya que la visita al interior de la cárcel puede ser un poco agobiante. Ya en el patio, fuimos paseando por los espacios abiertos en donde algunos presos tenían el privilegio de andar al aire libre.

Patio exterior de Kilmainham

De entre todos los patios, destaca el patio de las ejecuciones, lugar en el que fueron asesinados numerosos presos. Hoy en día, una bandera de Irlanda nos recuerda el lugar exacto donde tuvieron lugar estas ejecuciones a manos de un pelotón de fusilamiento.

Patio de ejecuciones de Kilmainham

Destaca especialmente un lugar con una cruz clavada en el suelo. Este fue el lugar donde fue ejecutado James Connolly. Resulta que James (líder revolucionario irlandés) fue herido y atrapado durante la revolución irlandesa. Para tratar de curar sus heridas, fue llevado al castillo de Dublín (sala que vimos el día anterior). Allí fue apresado y trasladado a la prisión para su ejecución. Debido al mal estado en el que se encontraba, fue atado a una silla y sentado justo al lado de la puerta por donde entró a la prisión debido a que no podía andar. Allí mismo, atado e inválido fue fusilado sin contemplaciones.

Lugar de ejecución de James Conolly

Tras este golpe de cruda realidad, dimos por finalizada la visita a la cárcel. Una visita imprescindible para conocer la trágica historia de la revolución irlandesa.
Lo que venía a continuación era una visita mucho más animada y radicalmente opuesta. La cerveza iba a ser la gran protagonista de nuestra siguiente parada. Estando en Dublín, hablamos por supuesto de la Guinness y de su espectacular museo.

Guinness Storehouse

Si preguntamos a cualquier persona por una marca de cerveza internacional, estamos seguros que un alto porcentaje nombraría a la cerveza Guinness. Pues bien, esta cerveza tiene su origen en Dublín, y los dublineses han sabido sacar el máximo provecho al preciado líquido negro, creando un increíble museo dedicado íntegramente a esta cerveza. A través de sus siete plantas, veremos cuál es el proceso desde la recolección del grano hasta su degustación. Una visita interactiva que merece mucho la pena y que estamos seguros no pasará inadvertida.

Llegamos al edificio del Museo Guinness

Desde Kilmainham, nos separaba una distancia de unos 20 minutos andando, así que aprovechando que los peques se habían dormido, decidimos ir andando para estirar un poco las piernas. Tras un agradable paseo, ante nosotros se presentaba el famoso edificio. No nos lo pensamos dos veces y allá que fuimos a visitarlo.

Llegamos a la Guinness Storehouse

Información práctica

El museo se encuentra abierto todo el año excepto los días 24, 25 y 26 de diciembre. Los meses de julio y agosto, el museo abre de 09:30 a 21:00 (última entrada a las 19:00). Para el resto de meses el horario es de 09:30 a 19:00 (última entrada a las 17:00).
En cuanto al precio, la verdad es que la entrada es cara ya que el coste es de 25€ (septiembre 2019). No obstante, si compráis las entradas en la web oficial, podéis encontrar precios desde 18.5€ dependiendo del horario que elijáis. Además, al ser un lugar muy visitado, es muy recomendable que saquéis los tickets online para evitar interminables colas. Podéis hacerlo desde la web oficial de la Guinness Storehouse.

Comenzamos la visita

Tras pagar las entradas, accedimos al interior del edificio. En la planta que da la bienvenida, nos encontramos con la típica tienda de recuerdos en la que podemos encontrar cualquier objeto con el logo de Guinness.

Tienda de recuerdos de la Guiness Storehouse

Dejando de lado la tienda de regalos, lo más llamativo de esta planta es el contrato original firmado por Arthur Guinness en el que consta el compromiso de la ciudad de Dublín a suministrar agua gratuita del río Liffey a la empresa por la friolera de 9000 años. Sin duda alguna, un espectacular acuerdo…para Arthur Guinness.

Espectacular contrato firmado por Arthur Guinness

En la siguiente planta, nos encontramos con una sala de degustación. Allí, tras una breve explicación de cómo degustar correctamente la cerveza, pudimos oler los olores típicos de esta a través de unos vaporizadores que expulsaban el correspondiente aroma.

Oliendo una Guinness

Por supuesto, a parte de los olores de la cerveza, también existe una pequeña degustación de la misma. Nos dieron unos pequeños vasos y nos explicaron el correcto proceso para degustarla. Sinceramente, me pareció demasiado postureo jeje.

Degustando una Guinness

La siguiente planta en visitar fue la dedicada al marketing de la marca. Sin ninguna duda, esta es la planta que más disfrutaron los peques. Allí se cuenta toda la historia que hay detrás de los personajes que, en algún momento, han formado parte de toda la parafernalia publicitaria de la cerveza. De esta forma, los peques disfrutaron mucho viendo a la tortuga, la foca o al pez subido a una bicicleta que, en su momento, fueron todos unos iconos de la cerveza irlandesa.

Tortuga de la Guinness
Foca de la Guinness
Pescado de la Guinness

Tras ver esta curiosa planta, fuimos a la última en donde se encuentra el famoso Gravity Bar, un bar que ofrece vistas de 360º sobre la ciudad de Dublín. Además, es importante que sepáis que, con el precio de la entrada, está incluida una consumición en el Gravity Bar. En nuestro caso, pedimos la típica Guinness y una Hop House que la verdad no nos gustó demasiado. Además, los peques pueden pedir una bebida sin alcohol.

Bebiendo una Guinness en el Gravity Bar

La verdad es que las vistas son espectaculares, peeeero por poner una pega, se trata de un lugar muy saturado de gente, por lo que nos fuimos en cuanto nos tomamos la cerveza ya que no estábamos demasiado a gusto allí.

En el Gravity Bar de la Guinness Storehouse

Tras salir del pequeño agobio del Gravity Bar, lo que quedaba de tarde simplemente la dedicamos a pasear por la ciudad con la única intención de impregnarnos nuevamente del tremendo ambiente festivo que se vivía en la ciudad. Para ello, nos volvimos a dejar caer por Temple Bar y recorrimos otra vez sus calles llenas de vida.
Con este paseo dábamos por concluida nuestra visita a Dublín (aunque aún la visitaríamos el último día de nuestro viaje). Una ciudad que nos gustó mucho y que ha sabido resurgir de sus cenizas tras los atentados y los conflictos que han azotado el país a lo largo de los últimos años.
Nuestro siguiente destino sería otra ciudad golpeada duramente por los atentados del IRA. Hablamos de la capital de Irlanda del Norte, Belfast. Pero esa ya será otra historia.

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