Qué ver en San Petersburgo en dos días (parte 2) De Palacios va la cosa
Continuamos con el segundo día de nuestra visita a San Petersburgo en donde nos centraríamos en la versión más palaciega de la ciudad. Recordad que en el día anterior nos centramos en los enclaves más turísticos de la ciudad (y que podéis leer aquí).
Para este segundo día, volvíamos a confiar en la empresa Shorex que tan buenos resultados nos había dado durante el día anterior.
Para este día, Shorex nos había preparado un espectacular día en donde visitaríamos dos de los palacios más impresionantes que se pueden conocer en San Petersburgo, el Palacio de Catalina y el Palacio de Peterhof. Además, como aperitivo, conoceríamos el metro de la ciudad, que presume de ser uno de los más bonitos del mundo. Seguid leyendo y descubriréis estas maravillas.
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Metro de San Petersburgo
Se trata del metro más profundo del mundo ya que tiene que sortear un profundo río (el Neva). Debido a este hecho, la profundidad máxima se encuentra a unos 110 metros.
Cuenta con, ni más ni menos, que 118 kilómetros y posee 69 estaciones que discurren a lo largo de 5 líneas.
El metro fue inaugurado en el año 1955 y fue concebido como el palacio del pueblo. La idea de los dirigentes comunistas rusos es que los ciudadanos fueran partícipes de las riquezas de la nación, para ello, las estaciones se decoraron de forma majestuosa con una mezcla de mármoles y esculturas dignas, efectivamente, de un palacio.
Nuestro autobús nos dejó en una parada de la línea 1 (que es la más antigua y la más espectacular de todas). Tras sacar el ticket para entrar (realmente es una ficha llamada zhetón) pudimos acceder a unas interminables escaleras mecánicas que nos dejaron en el andén de la estación.
Una vez allí, solo sabíamos que estábamos en una estación de metro debido al propio tren que pasa. Si nos hubiesen soltado allí sin saber donde estábamos, jamás habríamos adivinado que estábamos en el metro.
Tras admirar las esculturas y los archiconocidos símbolos comunistas rusos (la hoz y el martillo), nos subíamos al tren camino de una de las paradas más espectaculares de todo el metro, la parada de Avtovo. Esta estación parece un auténtico palacio, las espectaculares columnas fue lo que más nos llamó la atención. Se tratan de columnas cubiertas de vidrio tallado que representan símbolos comunistas. ¡¡La verdad es que nos pareció una estación preciosa!!
Tras esta curiosa visita, tocaba el turno de uno de los dos palacios que veríamos en el día. El ESPECTACULAR Palacio de Catalina la Grande.
Palacio de Catalina
Nos remontamos a 1717, año en que Catalina I encargó construir una residencia de verano. A partir de aquí, cada emperatriz que ha ido gobernando, aumentó considerablemente el tamaño del palacio hasta encontrarnos con el monstruo que es hoy. Una bestia de 325 metros de largo y decorado con hasta 100 kilos de oro.
Como suele ocurrir, la maldad humana no conoce límites, y cuando las fuerzas alemanas se retiraron de San Petersburgo, destruyeron casi por completo el Palacio dejando atrás un edificio en ruinas. La restauración finalizó casi en su totalidad en el año 2003, aunque a día de hoy aún quedan algunas zonas a las que devolverles su antiguo esplendor.
Al ir con una guía todo resulta más fácil ya que es ella la que se encargó de darnos nuestro ticket de entrada.
Nada más entrar, estás obligado a ponerte una protección en los zapatos para evitar dañar el suelo.
Tras subir una escalera, llega uno de los platos fuertes del Palacio: el salón de baile. Se trata de un espacioso salón de blancas paredes y con estucados dorados. Toda la estancia está repleta de amplios ventanales dotando a la habitación de mucha luminosidad. Además, las paredes poseen de varios espejos que dan mucha sensación de profundidad.
Como veis en esta foto, también destaca el espectacular techo pintado por completo con distintos motivos. Me atrevería a decir que hasta ese momento era la habitación más bonita que había visto nunca (aunque el trono le iba a durar poco).
Seguimos atravesando salas a cada cual más bonita que la anterior. A diferencia del Hermitage (que viéramos el día anterior), la visita a este Palacio está perfectamente organizada, y cada grupo debe esperar a que salga el grupo que le precede antes de acceder a la sala en cuestión.
Tras recorrer una serie de salas, salimos de nuevo a las escaleras principales, dispuestos a continuar nuestra visita, esta vez por el otro lado del Palacio. La escalera principal, a diferencia del resto de salas, no tiene prácticamente ningún adorno dorado, lo cuál le da también un encanto único.
Durante nuestro paseo, volvíamos a atravesar un nuevo comedor (perdimos la cuenta de cuantos comedores hay en el Palacio). Estaba perfectamente decorado y además contaba con una preciosa estufa rematada con azulejos blancos y azules.
Cuando ya creíamos que nada más podía impresionarnos, llegamos a la que, para nosotros, es la sala no solo más bonita del Palacio, si no la sala más bonita que hayamos visto en cualquier Palacio, la Cámara de Ámbar.
Cámara de Ámbar
Fue construida entre los años 1701 y 1707, con miles de paneles de ámbar, joyas, oro y espejos. Originalmente, dicha cámara estuvo expuesta en el Palacio Real de Berlín, pero en el año 1716, dicha cámara fue regalada al zar Pedro I el Grande, quién decidió colocarla en el Palacio de Catalina. Allí estuvo tranquilamente más de 200 años….hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando los nazis sitiaron San Petersburgo, una de sus conquistas fue el Palacio de Catalina (que como ya hemos comentado anteriormente lo destruyeron tras su retirada). Los nazis saquearon el Palacio y por supuesto la Cámara de Ámbar, la cual enviaron de vuelta a Alemania. Los alemanes la volvieron a instalar esta vez en el Palacio de Königsberg donde apenas estuvo expuesta 3 años, hasta que las fuerzas de la RAF (ejército de aire británico) bombardearon la ciudad.
A partir de aquí ya se pierde la pista de la cámara. Hay quienes afirman que fue destruida durante los bombardeos, y hay quien dice que los nazis consiguieron evacuarla y ocultarla en algún sitio desconocido. Sea como fuere, la triste realidad es que la cámara original desapareció.
* Foto obtenida de la web DestinoInfinito
Por lo tanto, lo que podemos ver hoy en día es una réplica de lo que debió ser. En la foto anterior, os muestro una foto de 1931 que muestra cómo era la Cámara original.
La Cámara nos pareció una auténtica maravilla. Está totalmente prohibido echar fotos en esta cámara para preservar el ámbar. Por ello os muestro alguna foto que he encontrado por la web.
* Foto obtenida de la web Rusalia
Tras esta increíble sala, aún quedaba lugar para la sorpresa, como nos pasó con otra habitación repleta de cuadros, y cuando digo repleta….es repleta:
Como veis, también en esta sala se encuentra una estufa. La verdad es que este tipo de estufas está presente en casi todas las habitaciones del Palacio, muy lógico teniendo en cuenta los crudos inviernos que asolan el país ruso.
Las siguientes salas, aunque bonitas, ya no nos llamaron tanto la atención debido a la majestuosidad de lo que llevábamos visto hasta entonces. Entre las que vimos después, destacaría la Sala Verde y la Sala Rosa. Viendo las siguientes fotos, entenderéis el por qué de estos nombres jeje.
Al llegar a la última sala, os recomiendo que echéis la vista atrás ya que veréis perfectamente alineadas las puertas de las salas anteriores. Un curioso efecto óptico.
Aunque no tiene tanto renombre como el Hermitage, sin ninguna duda, el Palacio de Catalina nos gustó muchísimo más. Aunque en lo que a cantidad de obras se refiere, el Hermitage no tiene rival (en Rusia), la organización de las visitas en el Palacio es infinitamente mejor. No existe esa sensación de agobio debido a la sobreexplotación turística por lo que la visita se disfruta mucho más.
Tras esta visita, tocaba el turno de otra maravilla (¿cuantas van ya?) de San Petersburgo, el Palacio de Peterhof.
Palacio de Peterhof
Se trata de otro Palacio de verano que construyó Pedro I El Grande. Es de los palacios más grandes que se construyeron, llegando a contar con un bosque para cazar, varios palacetes e innumerables fuentes y jardines.
En este mapa podéis ver la extensión y lugares que componen Peterhof.
* Foto obtenida de la web Viajar Por Libre
Los nazis también hicieron estragos en Peterhof, y a su retirada destrozaron el palacio dejándolo prácticamente en ruinas.
* Foto obtenida de la web Pastvu
En cuanto a los palacios, el que más destaca es el llamado Palacio Grande (número 6). Es el corazón de Peterhof y era donde se alojaban los zares en verano. Pero sin duda, lo mejor de Peterhof son sus jardines y sus fuentes.
Tras dejarnos el autobús a la entrada de Peterhof, comenzamos a andar por los jardines que quedan a la espalda del Palacio Grande (jardines superiores). Peterhof está dividido en dos jardines: jardines superiores y jardines inferiores.
Lo que vimos allí, ya nos impresionaba muchísimo. Enormes extensiones de terreno perfectamente dispuesto así como la preciosa fuente de Neptuno nos hacían de guía a lo largo de nuestra visita.
El primer edificio que vimos fue la Iglesia Ortodoxa del Gran Palacio, un edificio no muy grande pero con unas cúpulas doradas preciosas. Como ya estáis viendo, los zares tenían una gran pasión por el dorado jeje.
Seguimos avanzando en nuestro paseo, y lo siguiente que vimos fue la fachada principal del Palacio Grande. Tras bajar unas escaleras y acceder por tanto a los jardines inferiores, teníamos ante nosotros la vista más bonita de Peterhof. En primer plano, la Gran Cascada, que alimenta a un canal que desemboca en el mar, mientras que en segundo plano se observa el Gran Palacio.
Como curiosidad, cabe decir que las fuentes no tienen ningún tipo de bombas, únicamente están impulsadas por la diferencia de alturas que existen entre ellas.
Tras deleitarnos con estas soberbias vistas, continuamos paseando por los jardines inferiores donde se pueden contemplar unas excelentes fuentes.
A los zares les gustaba jugar y quedarse con las personas que paseaban por sus jardines. Es por ello que idearon un par de fuentes con las que puedes mojarte fácilmente. La primera de ellas se trata de una fuente con forma de árbol en la que, cuando te acercas a admirarla, si pisas algunas de las piedras secretas que están en el suelo, se activan unos chorros que están fuera de la fuente y que hacen que te mojes enterito. Con el calor que hacía ese día, había mucha gente buscando las piedras trampas….¿verdad Laura?
La siguiente es una fuente llamada Trick Fountain Water Road, o lo que es lo mismo, una fuente que lo que hace es lanzar agua lo largo de un camino en el que como no te des cuenta acabas empapado. Para evitar estropear los equipos electrónicos de los turistas, se avisa de los horarios en los que funciona esta fuente trampa. Como podéis imaginar, en tiempos de los zares, este aviso no existía por lo que debía ser bastante gracioso ver a cualquier persona que pasease por los jardines adentrarse en este camino….
Otra fuente que nos gustó especialmente fue una con forma de cascada (no confundir con la Gran Cascada de la que os hablábamos antes). Se trata de una fuente dividida en cuatro terrazas, en donde tres dragones surten de agua a la fuente. La verdad es que nos pareció muy bonita.
Con esta visita dábamos por concluido nuestro paso por San Petersburgo. De esta manera terminábamos la que fue nuestra primera visita guiada. Es cierto que aprendimos mucho más del lugar que si hubiésemos ido solos, ya que nuestra guía conocía la ciudad al dedillo. Peeeero, sigo prefiriendo las visitas libres. No me gustan nada esas prisas por ver un lugar. Esas frases tipo «tenemos 10 minutos para ver esto», no me gustan nada, porque estás más pendiente del reloj que del lugar que estás viendo.
De vuelta al barco, subimos a la cubierta para despedirnos de una ciudad que nos había entusiasmado. Una ciudad a la que nos gustaría volver para verla, esta vez, por nuestra cuenta ya que nos da la sensación de que nos falta muuuucho por ver. Así que solo nos queda por decir….hasta otra San Petersburgo.