Fachada del Ayuntamiento de Pamplona
España

Qué ver en Pamplona en 1 día – Día 4

Pintxos, vino y Sanfermines

Tras nuestra visita a las Bardenas Reales, hoy tocaba incluir en nuestra lista de «Ciudades españolas visitadas» una ciudad que es una auténtica delicia, una ciudad mundialmente conocida por sus pintxos, sus exquisitos vinos y sus Sanfermines. Hablamos por supuesto de Pamplona.

Puesto que el día anterior había sido una nueva paliza de coche para los peques, decidimos no poner el despertador y esperar tranquilamente a que durmiesen todo lo que necesitaban. De esta manera eran las 10:45 cuando estábamos adentrándonos en la ciudad.

Puesto que el hotel (Hotel Pamplona El Toro) lo teníamos en un pueblecito a las afueras de Pamplona (Berrioplano), necesitábamos el coche sí o sí. Estuvimos preguntando en el hotel, cual era la mejor zona para aparcar y nos recomendaron un par de parkings gratuitos donde dejar el coche (Parking de Corralillos y Parking Pamplona).

Parkings gratuitos en Pamplona

Si vais con carricoches, desde el parking a la ciudad podéis subir en un ascensor que hay justo enfrente del puente sobre el río que deberéis cruzar. El recorrido que nosotros hicimos ese día, y por lo tanto el que os recomendamos, es el siguiente:

Como decimos, nada más salir del parking cruzamos por el Puente de Curtidores desde donde se ven unas bonitas vistas del río Arga, que ya nos hace intuir que el clima en Pamplona, poco o nada tiene que ver con el clima en Murcia jejeje.

Río Arga en Pamplona

Nada más tomar el ascensor que nos dejó en la zona alta de la ciudad, comenzó a llover. Y ahí es cuando te das cuenta de que tu alma es de secano ya que se nos olvidaron los paraguas y chubasqueros, así que tuvimos que hacer un alto en el camino en la primera cafetería que vimos y de paso tomar un pequeño desayuno.

Lluviosa mañana en Pamplona

Tras un buen rato esperando a que parase (y alguna caída de Daniel), comenzamos a andar nuevamente camino de los Jardines de la Taconera.

Jardín de la Taconera

Junto con la Ciudadela, es el lugar de esparcimiento de los pamplonicas. Sus 90.000 metros cuadrados datan de 1850 por lo que es el parque más antiguo de la ciudad. El parque es ideal para pasear con niños y que correteen todo lo que quieran, ya que entre sus jardines, se encuentran caminos de grava ideales para los más peques.

Estatua de la Taconera

El parque se asiento en torno a la muralla de la ciudad. Destaca por su gran variedad de árboles. Además hay una zona en la que podréis ver aves en semilibertad como pavos reales, patos, cisnes, etc, lo que hará la delicia de los niños.

Animales en La Taconera

Estuvimos paseando tranquilamente por el parque y, cómo no, las palomas fueron las grandes amigas de Daniel jajaja. Tras recorrer de arriba a abajo el parque, salimos del mismo por el Portal de la Taconera. Dicho portal, que data de 1666, era una antigua puerta de la muralla de la ciudad. En 1906 fue desmontado para permitir el tráfico rodado, y así estuvo almacenado hasta el año 2002 en el que fue devuelto a su emplazamiento original.

Posando en el Portal de La Taconera

Lamentablemente, la lluvia (y el frío) volvieron a hacer acto de presencia y tuvimos que resguardarnos de la lluvia nuevamente. Así estuvimos una media hora hasta que el agua nos dio tregua y pudimos continuar nuestro lluvioso paseo.

Desde el jardín de la taconera, comenzamos a adentrarnos en la ciudad camino de la Plaza Consistorial. De camino, íbamos admirando la preciosa arquitectura de la ciudad con sus edificios de 4 alturas que le dan a la ciudad un aspecto acogedor.

Calle cualquier de Pamplona

De pronto, la calle por la que íbamos paseando se acabó y desembocó bruscamente en una plaza que al principio no supimos identificar. Miramos el mapa y, efectivamente, habíamos llegado a la Plaza del Ayuntamiento. La confusión vino en que pensábamos que la plaza iba a ser mucho más grande ya que la imagen que teníamos de ella era la de gente abarrotando la plaza en el famoso chupinazo. No nos podemos imaginar lo que se debe sentir con la plaza a tope un 6 de Julio a las 12:00.

El edificio en sí nos pareció precioso, adornado con multitud de estatuas y con esos balcones con figuras plateadas y doradas. 

Fachada del Ayuntamiento de Pamplona

Además, al estar el día nublado, no había demasiada gente en la plaza así que pudimos contemplarla sin ningún agobio.

Aunque no eran sanfermines, por un momento pudimos sentirnos como un corredor que se escabulle tras las vallas de protección, ¿verdad Laura? jajaja.

Cuidado que nos pillan!!!

Desde la Plaza del Ayuntamiento, quisimos seguir el recorrido de los encierros, así que nos encaminamos a la que posiblemente sea la calle más conocida de la ciudad: la Calle Estafeta.

Comienza la calle Estafeta

Calle Estafeta

La calle tiene 250 metros de longitud. Comienza en la conocida curva de Mercaderes  y termina en la plaza de toros. El nombre viene debido a que en el siglo XIX, estuvo en dicha calle la primera estafeta de correos de Pamplona.

Desde la Plaza del Ayuntamiento, enfilamos la calle Mercaderes hasta llegar al cruce de esta con la calle Estafeta. Es en este punto en donde en los encierros de San Fermín, los astados muchas veces resbalan debido al suelo mojado y a los adoquines. Situados en este punto, lo que hicimos fue recorrer la calle en dirección a la plaza de toros.

La primera mitad de la calle tiene menos vida ya que en esta parte se encuentran pequeños locales y tiendas de souvenirs.

Comienzo de la Calle Estafeta

Esta primera parte de la calle se extiende hasta la Calle Javier. Llegados a este punto, nuestros estómagos empezaron a llamarnos la atención, así que como no nos gusta llevarnos mal con ellos, fuimos a buscar algún sitio para comer.

Comer en Pamplona es muy difícil. Y no porque no hayan sitios para elegir o que la comida sea de mala calidad. TODO LO CONTRARIO. Hay tanta variedad, tantos sitios y con una pinta tan buena que es muy difícil escoger. Estuvimos mirando por la calle Estafeta, pero los sitios eran pequeños teniendo en cuenta que íbamos con un carricoche y una silleta. Así que probamos por la Plaza del Castillo y aquí sí encontramos varios sitios amplios y con terraza aptos para sentarnos con Daniel y Hugo.

Finalmente nos decidimos por el espectacular Café Iruña.

Es un local que fue inaugurado en 1888, es decir, tiene la friolera de 129 años (año 2017). Una de las curiosidades de este café es que fue el primer establecimiento con luz eléctrica de la ciudad.

Fachada del histórico Café Iruña en Pamplona

Entrar dentro es retroceder en el tiempo. Toda su decoración nos recuerda a principios del siglo XIX. Sus lámparas de época, sus grandes espejos, e incluso su pavimento, todo nos transporta a aquella época. ¿Sabíais que uno de sus más conocidos y asiduos clientes era ni más ni menos que Ernest Hemingway?

Interior del Café Iruña

Nos sentamos en la terraza del café y probamos sus deliciosos pintxos, aderezados con un vino de la tierra. ¡¡Qué bien se come en Pamplona!! Estábamos tan a gusto allí sentados que ni nos acordamos de echar unas fotos de la comida, así que….tendréis que ir vosotros mismo a comprobarlo jejeje.

Terminada la comida, deshicimos nuestro camino para acercarnos a la Cuesta de Santo Domingo. Esta es la primera calle que enfilan los astados desde los corrales. En dicha calle es en donde se encuentra la Hornacina de San Fermín, una pequeña figura de San Fermín a la que los corredores le cantan pidiendo protección.

Hornacina de San Fermín

Desde aquí, nuestro siguiente destino era la Catedral de Pamplona.

Catedral de Pamplona

Está ubicada en un promontorio con mucha historia, pues fue en este mismo lugar en el que se asentó la Pompaelo romana, es decir, un campamento romano que con el tiempo se convirtió en la ciudad de Pamplona.

La catedral de estilo gótico, fue construida entre los siglos XIV y XV. A día de hoy, es el complejo catedralicio más completo que tenemos en España, como así lo demuestran el excepcional de estado de conservación en el que se encuentran las estancias en las que el cabildo hacía su vida privada.

La fachada es de estilo neoclásico, bastante sobrio, y contrasta enormemente con su interior gótico. Hablando del interior, sin duda alguna, lo que más destaca es el precioso claustro, considerado como uno de los más exquisitos del gótico universal.

El precio de la entrada es de 5€. Los menores de 7 años no pagan. Aquí podéis ver el resto de tarifas vigentes. Los horarios de visita los podéis consultar aquí.

La ubicación de la Catedral nos pareció perfecta rodeada de edificios bajos y pintados de llamativos colores.

Preciosos edificios pegados a la Catedral de Pamplona

Pero tenemos que confesar que la fachada nos dejó un poco contrariados ya que no es para nada espectacular y no sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar dentro. A pesar de la primera impresión, quisimos darle una oportunidad y entramos a su interior. Bendita hora en que decidimos entrar, ya que el interior no tiene nada que ver con la sobriedad de la fachada exterior.

Justo enfrente de la puerta principal te encuentras con la sillería, una auténtica obra maestra del siglo XVI obra de Esteban de Obray.

Coro de la Catedral de Pamplona

Estuvimos un buen rato admirando la sillería porque de verdad, merece mucho la pena. Tras deslumbrarnos con el interior de la Catedral, procedimos a salir a su exterior en donde subí (Laura se quedó con los niños debido a que eran muchas escaleras para ir con carricoche) a la Casa del Campanero, que como su nombre indica, es la casa en la que vivía el maestro campanero de la Catedral.

Entrada a la Casa del Relojero en la Catedral de Pamplona

Y ahora llegaba el plato fuerte, la visita del claustro. Han sido ya unos cuantos claustros los que hemos tenido la oportunidad de visitar en nuestros viajes, y podemos decir, que el claustro de la Catedral de Pamplona es uno de los más bellos que hemos visto nunca…..y eso que estaban reformándolo. Leemos por internet que la construcción del claustro comenzó en el año 1280 y acabó en el 1330 y que se fue construyendo por tramos, siendo el tramo Oeste el más antiguo que se conserva.

Claustro de la Catedral de Pamplona

También nos impresionó de igual manera el refectorio, lugar donde se reunían los monjes para comer. Es una sala rectangular enorme cubierta por una bóveda de crucería. Para dar claridad al interior del refectorio, se abrieron en sus laterales varias ventanas.

Refectorio de la Catedral de Pamplona

Tras la visita a la impresionante Catedral, nos fuimos nuevamente a la Plaza del Castillo, que aunque la habíamos visto de pasada mientras comíamos en el Café Iruña, queríamos verla con más detenimiento.

Fue construida entre los siglos XVI y XVII. En aquella época, en dicho solar existían fortificaciones en forma de castillos, lo que dio nombre a la plaza. Con el paso del tiempo, la plaza tuvo varios usos, con lo que su nombre se fue adaptando, al igual que ocurrió con la Plaza Mayor de Madrid que viéramos en el día 2 del viaje. Con la expansión de la ciudad, el castillo que allí había fue derribado pasando a ser usada la plaza como coso taurino hasta 1844.

El icono de la plaza es el kiosco, instalado en 1943 que a su vez sustituyó a otro de madera que había desde el año 1910. Como veis, es una plaza con mucha historia y muy agradable de recorrer.

Kiosco de la Plaza del Castillo

Desde ahí, nos acercamos brevemente a ver uno de los monumentos más bonitos (siempre a nuestro juicio) de Pamplona: el Monumento al Encierro.

Es un espectacular monumento que representa un momento cualquiera de los encierros pamplonicas. La escultura está realizada en bronce y es obra de Rafael Huerta. Representa a varios astados persiguiendo a los mozos. Como curiosidad, el autor de la obra quiso quedar reflejado en la misma, y se esculpió a sí mismo siendo la figura que está tumbada a la derecha según miras la obra de frente.

Cuidado Laura que te pillan!!

Desde aquí, sólo nos restaba conocer una última cosa: la Ciudadela. Queríamos habernos quedado a cenar en la ciudad, pero hacía bastante frío y el tiempo estaba lluvioso, y nosotros no íbamos preparados para la ocasión.

Ciudadela

Fue construida entre los siglos XVI y XVII por orden de Felipe II. Se construyó en forma de estrella de 5 puntas de forma que, desde cada punta de la estrella, se pudiese defender la ciudadela de un ataque que viniese desde cualquier lugar.

Como curiosidad, la fortaleza fue tomada una vez de una forma bastante curiosa. Cuando el ejército de Napoleón se adentró en la península en su camino hacia la conquista de Potugal, se produjeron varias reyertas en Pamplona que acabaron con el acuchillamiento de un soldado del ejército francés. Napoleón ordenó entonces tomar la fortaleza. Para ello, en un día en el que la nieve se agolpaba en la ciudad, los soldados empezaron a jugar a tirándose bolas de nieve cerca de la fortaleza. Cuando estaban suficientemente cerca, sacaron sus armas y consiguieron entrar a la fortaleza. Curioso cuanto menos.

Actualmente, la ciudadela es un espacio verde ideal para pasear con la familia, así que eso fue lo que hicimos nosotros y Daniel se lo pasó pipa.

Vista general de la Ciudadela de Pamplona

Como veis, aunque el día comenzó lluvioso y con pocas esperanzas de poder ver cosas, en el norte nunca sabes ni cuando va a llover ni cuando va a salir el sol, y eso fue lo que nos pasó a nosotros, la lluvia nos respetó desde las 12 del mediodía (no así el frío) y pudimos hacer lo que más nos gusta: conocer nuevos lugares.

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