
Nuestro primer día en Tokio. Desde el Tokio más imperial, al Tokio más futurista
Aunque ya habíamos tenido una primera toma de contacto con Tokio, realmente hoy era el día en el que íbamos a conocer de primera mano una ciudad tan increíble como lo es la capital del país del sol naciente.
Hoy era un día muy especial:
- Era nuestro primer viaje como recién casados
- Era nuestra primera vez en Asia
- Cumplíamos nuestro sueño de pisar suelo japonés
- ¡¡Por fin probaríamos al auténtico sushi japonés!!
Con todos estos alicientes, se intuía un gran día y realmente nada nos defraudó. Desde el momento en que nos levantamos, hasta el momento en el que nos volvimos a acostar, Tokio nos mostró la mejor de sus caras. Vimos esas panorámicas de infarto. Visitamos esos templos que parecen sacados de muchos siglos atrás. Vimos esos barrios tan futuristas. Y por supuesto, degustamos la EXQUISITA gastronomía japonesa que, a mí (Oscar) me vuelve loco. Así que, con todo esto….¿nos acompañáis en esta aventura que sólo una ciudad como Tokio puede ofrecer?
Os dejo el mapa con todos los lugares que visitamos en este día:
El reloj sonaba temprano, pero cuando uno visita Tokio, hay que aprovechar el día al máximo ya que hay infinidad de cosas por ver. Además, en este viaje aún no existían ni Hugo ni Daniel por lo que pudimos aprovechar todo el tiempo disponible.
La noche anterior recordábamos unas impresionantes vistas desde nuestra habitación y lo primero que hicimos fue descorrer la cortina para ver bajo la luz del Sol, esa bellísima estampa que tanto nos había impresionando. La panorámica nos dejó sin aliento.
No llevábamos ni cinco minutos despiertos y sólo por esas vistas, ya había merecido la pena el día. ¡¡¡No queríamos ni imaginar cómo lo acabaríamos después del planning que llevábamos en mente!!!
Nos pusimos a escudriñar atentamente el skyline de la ciudad y vimos cosas muy curiosas que sólo Tokio puede ofrecer. Nos encantó el contraste de un pequeño templo rodeado de edificios altísimos. Una clara simbiosis entre la tradición y el futuro. Una simbiosis que Japón ejecuta a las mil maravillas.
En apenas 15 minutos ya estábamos en la calle dispuestos a comenzar con nuestras visitas pero…el destino quiso que retrasásemos un poco nuestro comienzo. Y es que, tras 5 minutos andando, mis desgastadas botas dijeron basta. Las pobres intuían la paliza que les esperaban durante los próximos 15 días y se negaron a seguir andando. Así que tuvimos que perder un buen rato en buscar algún centro comercial o alguna tienda de zapatos en donde poder buscar unos zapatos de repuesto. Cosas del directo.
Ahora sí, con mi nuevo par de botas poníamos rumbo a nuestro primera visita del día, ni más ni menos que el Palacio Imperial.
Para llegar, lo mejor es que toméis el metro (Línea Yamanote, que está incluida en el JR Pass) y os bajéis en la Estación de Tokio, a apenas 5 minutos del Palacio. Eso fue lo que hicimos nosotros.
Navega directamente Es la residencia oficial de la familia real japonesa, aunque hay que decir que no siempre ha sido así. Hasta el año 1868, la residencia oficial estaba situada en Kioto. En ese año es cuando tuvo lugar el fin del régimen de los Tokugawa. Fue entonces cuando Japón se dio a conocer a todo el mundo y la corte imperial se trasladó a Tokio. Entre 1868 y 1888, el emperador estuvo viviendo en el antiguo castillo Edo mientras las obras del Palacio Imperial finalizaban. Ya en 1888 fue cuando el emperador se trasladó al actual Palacio. Lamentablemente, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, el Palacio fue destruido por completo, pero la eficiente mano de obra japonesa, lo reconstruyó en el año 1968, que es de cuando datan los actuales edificios que hoy podemos observar. Palacio Imperial de Tokio
Desde la estación hasta los terrenos del Palacio fuimos atravesando calles llenas de rascacielos. De pronto, todos esos rascacielos desaparecieron dejando en su lugar el gran Palacio.
Cuando nosotros visitamos el Palacio (allá por 2013), sólo se podían visitar los conocidos como Jardines del Este. Por entonces, las únicas fechas para poder visitar el interior del Palacio eran el 2 de Enero y el 23 de Diciembre (cumpleaños del Emperador)
Tenemos constancia que, desde el año 2016, es posible visitar el interior del Palacio (sólo los terrenos interiores, no los edificios). Para ello, hay que estar a las 09:30 en la conocida como puerta Kikyō-mon donde os darán los tickets para poder visitar el interior. Por lo que he leído por internet, no parece una visita muy recomendable ya que está todo en perfecto japonés y, además, sólo visitaréis los terrenos, nada de entrar a los edificios. Si algún lector ha realizado la visita, estaría encantado de poner en este artículo su experiencia.
Como digo, en el año 2013 sólo era posible visitar los Jardines del Este, así que allá que fuimos nosotros. Si digo que los jardines estaban impecables, me quedo corto seguro. Un ejército de jardineros se afanaban en sus tareas de dejar los jardines PERFECTOS. Ninguna brizna de hierba sobresalía más que otra. Juzgad vosotros mismos:
El interior de los jardines nos encantó. Todo estaba muy pero que muy bien cuidado. Ningún árbol ni ningún arbusto estaban ahí por casualidad.
Además, pequeños edificios se incrustaban entre la vegetación, creando una perfecta conjunción.
Tras la corta visita a los jardines, volvimos a salir al exterior del recinto para ver lo máximo posible. El exterior no tiene nada que envidiarle a los jardines ya que las vistas son fantásticas.
Como hemos dicho en alguna ocasión, sólo Japón sabe conjugar a la perfección el pasado con el futuro, y la muestra más clara es el Palacio rodeado de edificios modernos.
Seguimos con nuestro paseo por los alrededores y fuimos a dar con el que, probablemente, es la parte más fotogénica del Palacio. Se trata de una zona en la que es posible ver dos preciosos puentes (Seimon Stonebridge y Seimon Ironbridge) mientras al fondo destaca una de las dependencias del Palacio. Como decimos, a nosotros fue la zona que más nos gustó.
Tras esta visita, volvíamos a subir al metro con un nuevo destino: el parque de Ueno.
Este parque fue un regalo del emperador Taisho a la ciudad de Tokio allá por 1924. En la actualidad, representa un grandísimo espacio abierto en donde confluyen hasta seis museos, varios santuarios y hasta un zoo donde poder observar osos panda. De entre todos los museos, destaca el Museo Nacional de Arte Occidental que es Patrimonio Mundial de la Unesco. El otro lugar que destaca del parque Ueno, es el santuario Toshogu, que data ni más ni menos que de 1616. Destacan sus construcciones cubiertas de pan de oro, así como la preciosa puerta de acceso al santuario de estilo claramente chino.Parque Ueno
Lo primero que nos dimos cuenta es que agradecimos enormemente un poco de tranquilidad ya que Tokio es una ciudad muy ruidosa. Entramos al parque por una gran avenida donde los árboles estaban dispuestos de manera que simulaban una especie de túnel.
En nuestro camino nos dimos de bruces con nuestro primer torii, o lo que es lo mismo, un arco tradicional japonés que marca la frontera entre lo profano y lo sagrado.
Por supuesto, nos adentramos por el camino que marcaba el torii, y nos encontramos caminando por camino custodiado por unas especies de linternas de piedra. Todo muy zen.
El camino terminaba en uno de los santuarios más conocidos de Tokio: el santuario Toshogu. No se si es que era el primer templo/santuario japonés que veíamos, pero nos pareció precioso. Según llegamos, a mano izquierda había una especie de fuente de piedra con unos cacitos. Resulta que los japoneses, al igual que los árabes, tienen un pequeño ritual antes de entrar a un templo. Dicho ritual se llama Temizu, y no es más que una ablución de las manos y de la boca para entrar bien limpios al templo en cuestión. Por supuesto, nosotros no fuimos menos y procedimos con el Temizu. Ya se sabe, donde fueres haz lo que vieres.
Con el cuerpo libre de impurezas, continuamos nuestro paseo por el santuario. Lo siguiente que vimos fue una zona dedicada a recibir peticiones de los fieles japoneses. En unas pequeñas tablillas de madera, cada persona escribía una petición esperando que algún Dios misericordioso la leyese. Lamentablemente, nosotros no pusimos ninguna ya que no encontramos donde cogerlas/comprarlas.
Nuestra siguiente parada fue en el edificio principal del santuario. Una preciosa puerta dorada nos daba la bienvenida. Lamentablemente, el santuario se encontraba cerrado así que no pudimos pasar a visitarlo. Aún así, el exterior merece muchísimo la pena.
También nos encantó la primera pagoda (de las muchas que veríamos en el viaje) que se encuentra allí mismo al lado del santuario. Se trata de una pagoda de cinco pisos que data ni más ni menos que del año 1639 y es una de las pocas construcciones que se salvó de la batalla de Ueno.
Seguimos nuestro paseo por el parque Ueno, y la verdad es que todo nos llamaba la atención, y no es para menos, ya que está todo perfectamente cuidado. Además, el entorno ayuda muchísimo y se nota que los japoneses son muy respetuosos con sus tradiciones. No verás un sólo papel tirado en el suelo, no encontrarás miles y miles de chicle pegados en las aceras. Esto nos llamó muchísimo la atención.
Tras un agradable paseo, lejos del mundanal ruido de la ciudad, teníamos mono de esa locura de calles donde las tiendas se agolpan una al lado de la otra. Así que nuestra siguiente parada sería el mercado de Ameyayokocho, justo al lado del parque de Ueno.
Este mercado es el típico mercado asiático que todos tenemos en mente. Un montón de tiendas donde puedes encontrar las cosas más variopintas. Aunque Japón brilla por su orden, este mercado parece la excepción que confirma la regla y es que, aparentemente, nada tiene orden.
A nosotros nos encantó ya que esto es lo que veníamos buscando. Es un mercado en donde llegan a abrumarte los cientos y cientos de letreros adosados a las paredes.
En este mercado abundan las tiendas de comestibles. De hecho el nombre Ameya Yokocho significa «calle de las tiendas dulces» aunque es cierto que quedan muy pocas tiendas en este mercado que vendan hoy en día dulces
Aunque no sólo existen tiendas de comestibles. Esto es Japón y, por lo tanto, las tiendas de tecnología no pueden faltar (aunque no tengamos ni idea de lo que pone en los carteles jaja)!!
Aprovechamos este mercado para probar el auténtico sushi japonés. Tengo la suerte de haber probado el sushi en varios países y….como se suele decir…al César lo que es del César. Sin ninguna duda, el sushi más delicioso lo hemos probado en Japón. No sólo por el sabor del pescado en sí, si no por el ambiente que nos rodeaba.
No es lo mismo comer sushi en Brasil (donde curiosamente está delicioso) rodeado de brasileños y decoración japonesa-brasileña, que comer sushi en Japón, con japoneses a tu lado y «leyendo» letreros en japonés. Es otro mundo.
Tras un exquisito paseo donde nos paramos a ver casi todas las tiendas, queríamos continuar nuestra visita visitando uno de los lugares más emblemáticos de Tokio (y que más ganas teníamos de ver), el barrio tecnológico de Akihabara.
Para llegar desde Ameyayokocho a Akihabara, no hay que coger metro ni nada parecido, podéis ir andando ya que el barrio está a apenas 10 minutos andando de dicho mercado.
Así lo hicimos nosotros y, tras un agradable paseo, nuestros ojos miraban una de las imágenes más típicas de Tokio. ¿Quién no ha visto alguna vez esos programas de Callejeros Viajeros o de Españoles por el mundo en los que se ven edificios con carteles de Sega o de personajes salidos del manga? Pues es en este barrio en donde podéis encontrar esos edificios.
Akihabara, es conocido como el barrio tecnológico y no es para menos. Montones de tiendas se arremolinaban a nuestro paso dejándonos ver infinidad de productos tecnológicos. Pensábamos que aquí la tecnología estaba mucho más barata que en España, pero no es así. Los precios eran prácticamente los mismos por lo que no encontramos ningún chollo.
Eso sí, disfrutamos de lo lindo viendo esos impresionantes carteles publicitarios con personajes salidos de los cómics (mangas) y de las series de dibujos (animes).
Tras unos cuantos paseos, volvíamos a subir al metro (nuestra querida línea Yamanote) para ir a otro barrio imprescindible de Tokio. Un barrio donde la modernidad, la moda y los centros comerciales son los grandes protagonistas. Hablamos por supuesto de Shibuya.
Sin ninguna duda, Shibuya nos pareció el centro comercial y de moda de Tokio. Es el típico barrio moderno donde los jóvenes se reúnen para pasar el rato. Shibuya está plagado de centros comerciales, siendo el más conocido el Shibuya 109. De Shibuya hay que destacar los siguientes enclaves turísticos: ¿Quién no conoce a Hachiko? Fue un perro que vivió entre las décadas de 1920 y 1930 y que se hizo mundialmente famoso debido a un trágico accidente. En 1925, su dueño (profesor de Universidad) murió mientras estaba dando clase. El perro, todas las tardes iba a esperar a su dueño a la parada de tren hasta que llegado el fatídico día, el dueño no apareció. La incansable fe de Hachiko, le hizo estar yendo a la parada de tren durante diez años esperando a que su dueño bajase del tren. Tan conocida es la historia que incluso, tiene una película protagonizada por Richard Gere donde se puede ver la vida de Hachiko. Como decimos, se trata del paso de cebra más transitado del mundo. Consta de 5 pasos de cebra perfectamente sincronizados (recordad, esto es Japón) en los que, cuando el semáforo de peatones se pone en verde, una marea de gente cruza de una acera a otra a través de este cruce. Para que os hagáis una idea, aquí van un par de cifras que asustan:Shibuya
Salíamos de la estación de Shibuya ya intuyendo que este barrio nos iba a sorprender (como casi todo en Japón). Nada más salir a la superficie, altísimos edificios nos daban la bienvenida. Miles y miles de personas paseaban, entraban y salían de las tiendas, degustaban algún helado o algún dulce típico, mientras que otros, como nosotros estaban allí embobados viendo toda esa explosión de vida que ocurría a nuestro alrededor.
Comenzamos a andar y enseguida dimos con el Cruce de Shibuya, o lo que es lo mismo, el paso de cebra más transitado del mundo. Por supuesto, cumplimos con el ritual de todo turista y lo cruzamos confundiéndonos como un japonés más.
Pero sin duda alguna, lo más espectacular es verlo desde las alturas. Para ello, recordamos que habíamos leído en alguna web que el mejor sitio era entrar al Starbucks que hay en uno de los edificios con vistas al cruce. Así que allá que fuimos, pedimos un café cada uno y nos sentamos en una mesa con vistas al cruce.
Es increíble ver como cientos de personas van de un lado para otro en el momento que el semáforo se pone en verde. Parece que llevan toda la vida preparándose para ese momento. Realmente son unas vistas que merecen muchísimo la pena.
Aquí os dejo un pequeño vídeo que grabamos para que veáis de lo que hablo.
Tras estar un buen rato observando el maremágnum de gente, el hambre volvió a llamar a nuestros estómagos. Shibuya es un sitio ideal para comer ya que hay cientos de pequeños restaurantes en donde degustar la exquisita gastronomía local.
Esta vez nos metimos en uno muy típico. Es ese tipo de restaurante en donde la comida va circulando por una pequeña cinta mecánica que va girando a lo largo de toda la barra del restaurante. La comida se sirve en pequeños platos de colores, donde el color indica el precio del plato. Al final de la comida, el camarero contará el número de platos y los colores y te sacará la cuenta final.
Tras la cena, seguimos paseando y callejeando por la ciudad en busca de esas calles tan típicas japonesas. Esas calles repletas de tiendas y letreros luminosos en donde la palabra consumismo alcanza su máximo esplendor.
El día había sido muy largo, así que nos fuimos ya para el hotel a descansar. En nuestra retina quedarán esas instantáneas que sólo un país como Japón puede ofrecer. Recordaremos para siempre el día en el que probamos el mejor sushi del mundo. Y por supuesto recordaremos siempre esa marea de gente cruzando de un lado para otro en el cruce de Shibuya. El viaje no había hecho más que comenzar.


15 Comments
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Mochilaparacinco
Qué buena crónica!!!!!, viaje único e irrepetible, viva los sueños cumplidos!
latitude
Muchas gracias Rocío. ¿Hay algo mejor en esta vida que cumplir sueños?
Ana
Me gusta todo de tu primer día en Tokio!!!Ese contraste entre lo tradicional y lo moderno en pocos metros de distancia, disfrutar del sushi in situ, esa marea de carteles y de gente cruzando. Muy bien contado, por un momento me has hecho imaginarme estar allí también.
latitude
Hola Ana, Tokio es una ciudad de las que podrías estar un mes allí y no lo habrías visto todo. La verdad es que tiene mil cosas que ofrecer. Me alegro mucho haberte transportado allí por un momento!!!
Alicia de Trotajoches.
Me quedo con muchas cosas de vuestro primer día: el imprevisto del calzado que nos puede pasar a todos, la pulcritud en el Palacio Imperial, el primer torii y el Cruce de Shibuya. Ya sabes que estoy deseando ir a Japón 🙂
latitude
Lo sabemos Alicia. Se que tarde o temprano estaremos leyendo vuestras crónicas en el país del Sol Naciente!!
Marta (Viajando entre rascacielos)
Me ha encantado Óscar y por unos segundos me he teletransportado allí!!!! Ya sabes mis ganas por conocer Japón y cada día más y más por todos los viajes que veo y post tan maravillosos como éste!! Estoy seguro que aquello me encantaría…
latitude
Marta, para una persona cuyo nombre de blog es «Viajando entre rascacielos», te aseguro que Tokio es una ciudad que te enamorará!!!
Maria del Carmen Cruz Martin
Sí que os cundió ese primer día!! Hicisteis lo que nosotros hicimos en día y medio… claro que nosotros viajamos con un bebé de 21 meses y eso se nota, jajajaja
latitude
Jajaja, sin ninguna duda, con niños el ritmo es bien diferente!!
Rafael
Vaya post espectacular te has vuelto a marcar compañero… Menuda pasada todo lo que visteis. Lo que te pasó con la bota nunca me ha pasado, qué gracia me ha hecho!!
latitude
Muchas gracias Rafa!! Lo de la bota…una anécdota curiosa de contar jaja. Un abrazo!!
El Mundo Con Ella
¿Viaje de novios? Jeejejeje Yo creo que es lo mejor de casarse.
No sé si algún día visitaré Japón, la verdad. Supongo que debo convencerme aún más de las bondades de un país tan lleno de gente, de luces, de letreros y de normas. Sin embargo, leer sobre él es otra cosa. Para mi mente cuadriculada acerca de lo que no quiero vivir en un viaje, me parece alucinante.
Así que, lo que más me ha gustado son los jardines, los paseos sin gente y los templos solitarios.
Y, por cierto, no os preocupéis por las tablillas, podéis escribir aquí vuestro deseo y ya, entre todos, podemos hacer realidad vuestro sueño. Me comprometo a contribuir en todo lo que pueda.
Un besazo
latitude
Mil gracias por tus palabras!!! La verdad es que para alguien que le guste un viaje más «tranquilo», Tokio no parece mal destino. Pero es una ciudad que engancha y, precisamente, en esa «no tranquilidad» reside su encanto. Te tomo la palabra en relación a lo del deseo!!! Saludos!!!!!