Visita al corazón de Praga – Día 6. Parte 2. Conociendo el reloj medieval más famoso del mundo
Continuamos desgranando el día en el que descubrimos algunos de los enclaves más conocidos de la capital checa.
Tras haber paseado por el Puente de Carlos, poníamos rumbo al que probablemente sea el icono de la ciudad. Un reloj medieval construido en 1410 y que a día de hoy sigue en perfecto funcionamiento.
Tras un encantador callejeo desde el puente, en apenas 5 minutos teníamos frente a nosotros el famoso reloj.
Cuando uno se encuentra frente al reloj, no puede dejar de pensar en la extraordinaria mente del maestro relojero que, hace ni más ni menos que 6 siglos, ideó la construcción de semejante maravilla, ya que con un mismo reloj, es capaz de dar las horas, mostrar las posiciones del Sol y la Luna, mostrar en qué constelación se encuentran ambos cuerpos, etc…
Os recomiendo que, cuando visitéis el reloj, tengáis a mano una guía que os explique qué estáis viendo, ya que de lo contrario, no seréis capaces de desentrañar todo lo que el reloj os está mostrando.
Tras estar un buen rato admirando el reloj, fuimos a dar una vuelta por la plaza de la Ciudad Vieja. La plaza estaba animadísima y enseguida vimos unos puestos de comida con la que se nos hizo la boca agua. En uno de los puestos estaban vendiendo los típicos codillos de cerdo que tenían una pinta estupenda. Pero como nosotros ya habíamos comido, nuestros ojos se fueron enseguida al puesto de al lado en el que se vendían unas rosquillas con azúcar llamadas Trdelník. No sé si era por la paliza a andar que llevábamos ese día o porque estas roquillas están buenísimas, pero nos supieron a gloria bendita.
Curiosamente no es un postre checo. Parece ser que sus orígenes son húngaros o eslovacos.
Tras nuestro merecido postre, fuimos a conocer la exclusiva calle Pařížská.
Cuando uno pasea por esta avenida, enseguida percibe que no es una calle en la que el turista medio vaya a gastar mucho dinero. Las joyerías de lujo son las grandes dominadoras de la avenida. No es difícil encontrar collares, pendientes o gargantillas cuyo valor rondan los 15.000€. De igual manera, cuando uno ve los coches aparcados en esta calle, dan una pista de donde nos encontramos…..
Tras pasear y babear un poco por la calle, volvimos a la Plaza del Ayuntamiento ya que queríamos subir a la torre del Reloj para contemplar Praga desde las alturas.
Tras pagar religiosamente nuestra entrada, ya hacíamos cola para subir a la torre. Mientras subes, te vas encontrando con algunas salas con exposiciones donde cuentan la historia de la torre. En otra de las plantas te encuentras el mecanismo del reloj. Sencillamente impresionante. Pero no nos engañemos, estábamos deseando llegar arriba del todo para ver la Ciudad de las Mil Torres desde las alturas. Cuando por fin subimos el último escalón, nuestros ojos rápidamente empezaron a escudriñar todo lo que veían.
Los tejados a esas horas de la tarde se mostraban preciosos ante nosotros, torres por doquier, personas que parecían hormigas, la preciosa Iglesia de Tyn nos miraba desafiante. Todo un sinfín de vistas de las que no queríamos desprendernos. Recuerdo perfectamente que eran las 18:00 cuando las campanas de la torre comenzaron a repicar. Un maremágnum de gente se arremolinaba abajo en torno al reloj medieval en el que las figuras de las que antes os hablábamos comenzaban a desfilar ante los atentos objetivos fotográficos de los turistas. Al acabar semejante espectáculo, un trompetista con un atuendo particular se asomó a los cuatro costados de la torre para entonar una melodía que no supimos identificar.
Al terminar su mini-concierto, la gente rompió a aplaudir mientras nosotros éramos testigos de excepción. Todo un espectáculo digno de admirar.
Con el Sol poniéndose, nos fuimos a cenar en algún restaurante de la Plaza del Ayuntamiento para terminar echando un último vistazo al reloj medieval iluminado por la noche.
Sin duda una última fotografía con la que cerrábamos un intenso día.