Holocausto judío en Budapest y relax en Szechenyi – Día 3 Historia reciente y culto al cuerpo
Hoy íbamos a vivir un día de contrastes. Por un lado nos íbamos a empapar del pasado judío de la ciudad de Budapest así como de la exterminación que fue llevada a cabo contra este colectivo por parte del régimen nazi.
Tras comprender mejor el pasado tan triste de la ciudad, la tarde la íbamos a dedicar a darnos un homenaje al cuerpo. Y es que Budapest, es bien conocida por sus spas y baños termales en los que es posible relajarse de un día duro para la mente. ¿Comenzamos?
Desde nuestro hotel, apenas 5 minutos andando nos separaban de nuestro primer destino del día: la Gran Sinagoga de Budapest.
Tras admirar el exterior con reminiscencias moriscas, nos decidimos a descubrir el interior. Lo primero con lo que nos topamos fue con el cementerio judío. Lápidas muy desgastadas por el implacable paso de los años, se agolpaban en poco terreno. Lápidas que, en muchos casos, no tienen una ubicación definida sino que simplemente están colocadas unas al lado de las otras sin ningún tipo de orden.
La verdad es que el lugar nos impresionó bastante, ya que te das cuenta que esa pobre gente que sufrió la despiadada ira nazi, no tuvo ni siquiera el honor de tener un enterramiento digno.
Tras un pequeño paseo por el cementerio, entramos de lleno en el Memorial Park donde, por encima de todo lo demás, destaca el bonito «Árbol de la Vida», un árbol que rinde honor a todos aquellos judíos húngaros asesinados a manos nazis.
Aparte de este monumento, en este mismo recinto existen diferentes placas que rinden homenaje a todos aquellos que de una u otra manera, ayudaron a salvar miles de vidas, bien fuese entregando pasaportes españoles a los judíos para hacerlos pasar por sefardíes, pasaportes vaticanos o incluso haciendo documentos donde constase que esas personas habían sido bautizadas. Auténticos héroes.
Tras estar un buen rato admirando todos estos monumentos, decidimos pasar al interior de la Sinagoga.
Si alguna vez habéis tenido la suerte de visitar alguna sinagoga por dentro, lo primero que os daréis cuenta al entrar en la de Budapest, es que el interior nada tiene que ver con el interior de las demás sinagogas en las que predomina un estilo muy austero en donde llama la atención la ausencia de decoración. En cambio, en la Sinagoga de Budapest, el interior deslumbra por su belleza. La verdad es que desconocemos la razón de esto, si alguien sabe por qué, estaríamos encantados de que nos lo dijese en un comentario en este post.
Los asientos que están a nivel del suelo, están reservados a los hombres, mientras que los asientos del balcón superior están destinados a las mujeres.
Tras sentarnos un rato a contemplar el ir y venir de la gente tocaba continuar nuestro camino.
Nuestro siguiente destino no era ni más ni menos que la espectacular Avenida Andrassy, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco.
Comenzamos nuestra andadura por la avenida en dirección a la Plaza de los Héroes donde íbamos a poner un broche de oro a este día. Los majestuosos edificios iban desfilando ante nuestros ojos. Tiendas de moda de precios prohibitivos, bancos, joyerías, nos hacían pensar que los vecinos de esta avenida no tienen problemas para llegar a fin de mes.
A los pocos metros, nos topamos con el que, probablemente, sea el edificio más importante y característico de la Avenida: la Ópera de Budapest. Tiene una capacidad para casi 1300 personas (aunque originalmente tenía capacidad para 2400 espectadores). Fue inaugurada en el año 1884 teniendo como primer espectador al mismísimo emperador Francisco José I. Dicen que la acústica del edificio es una de las mejores del mundo en lo que a teatros se refiere.
Tras admirar su robusta fachada, continuamos nuestro camino para encontrarnos con uno de los museos más tristes: la Casa del Terror.
Es un museo que alberga exposiciones sobre los regímenes que asolaron la ciudad: el régimen nazi y el régimen comunista. Además, también es un homenaje a aquellas personas que bajo ambos yugos, fueron interrogados, torturados y asesinados bajo una bandera política.
El edificio cuenta con tres plantas en las que se exponen diversos objetos de la época. Sin duda alguna, la más impresionante es la parte baja en donde se exponen las celdas en las que los prisioneros eran encarcelados. Celdas tan minúsculas que el reo ni siquiera podía tumbarse, por lo que siempre debía estar de pie o sentado como mucho.
Tenéis toda la información del museo en su página web.
Tras este baño de cruda y dura realidad, necesitábamos relajar la mente y el cuerpo, así que pusimos rumbo a nuestro último destino del día: los baños Szechenyi.
De camino a estos baños, nos detuvimos brevemente en la Plaza de los Héroes. Es una plaza en la que existen numerosas estatuas que representan a las 7 tribus magiares que fundaron Hungría en el siglo IX.
Y ahora sí, tras las fotos de rigor en la plaza, nos encaminamos a los baños Szechenyi que se encuentran en el parque que hay a la espalda de la Plaza de los Héroes.
Nada más entrar a los baños, veréis que hay un montón de opciones de baño y un montón de precios. Dependiendo de si queréis taquilla, masaje, simplemente entrar a ver sin bañaros, si vais por la mañana o por la tarde,…..los precios variarán. En la web oficial podéis ver todos los precios así como todas las opciones de las que disponéis.
Nosotros nos decantamos por la opción de la taquilla ya que íbamos con las mochilas y nos resultaba más cómodo. Además, allí os alquilan las toallas e incluso bañadores, aunque por supuesto, podéis llevar los vuestros.
Una vez pagamos religiosamente, entramos al recinto de las piscinas exteriores y ante nosotros se desplegó toda la magia de las instalaciones. Niños jugando en las piscinas, personas mayores cultivando la mente en el noble arte del ajedrez, esa bruma saliendo de la piscina de agua caliente, hacía del recinto una imagen perfecta.
Tras estar un buen rato disfrutando como niños en las piscinas, pasamos al recinto de las piscinas interiores donde, simplemente, nos dejamos llevar. Pasamos como 2 horas disfrutando de todas y cada una de las piscinas.
Ahora sí, habíamos conseguido limpiar nuestra mente de todas las imágenes terribles que habíamos visto en la Casa del Terror y en el cementerio judío de la Gran Sinagoga.
Empapados de la historia más cruel del holocausto judío, empapados de las horribles prácticas de los regímenes nazi y comunistas en la Casa del Terror, y empapados nuestros cuerpos con el agua termal de los baños Szechenyi, dimos por concluido un día en el que pasamos de la tristeza a la alegría en un abrir y cerrar de ojos.