Visitando la orilla de Buda – Día 4 Obteniendo las mejores vistas del Parlamento desde el Bastión de los Pescadores
Estos días habíamos estado conociendo la ciudad en la parte Este del Danubio. Hoy era día de conocer la parte Oeste de la ciudad, conocida como Buda. Desde este lado del Danubio, podréis obtener las mejores imágenes del Parlamento. Pero no adelantemos acontecimientos y comencemos por el principio.
Aunque, como hemos dicho, este día lo íbamos a dedicar a conocer el otro lado del Danubio, queríamos hacer un última incursión a un monumento más (aunque fue el que más nos impresionó) dedicado a las víctimas del régimen nazi. Se trata de un impresionante (por lo que representa) monumento compuesto por 60 pares de zapatos de hierro colado. ¿Y por qué zapatos? Durante el régimen nazi al que fue sometido la ciudad, una práctica horrible por parte del ejército alemán y que te pone la carne de gallina consistía en llevar a los prisioneros a la orilla del río. Allí los ataban por parejas y les obligaban a descalzarse. Acto seguido, disparaban a uno de ellos a la cabeza y arrojaban a la pareja al agua. De esta manera, el pobre que se había salvado de que le disparasen moría ahogado debido al peso muerto de su pareja. Así en toda su crudeza.
Como hemos dicho, lo sorprendente de este monumento no es la originalidad ni nada por el estilo. Lo realmente sobrecogedor es la historia que guarda detrás. Esperemos que esto no vuelva a repetirse.
Tras este duro baño de realidad, tocaban cosas más alegres y poníamos rumbo a la otra orilla del Danubio.
Aunque el Danubio a su paso por Budapest tiene varios puentes que conectan sus orillas, os recomiendo sin ninguna duda que lo atraveséis por el bonito e impresionante Puente de las Cadenas.
Enfilamos el Puente de las Cadenas y dos leones de piedra nos dan la bienvenida. Una de de las fotos más bonitas es la del puente con el Castillo de Buda como telón de fondo. A mitad de recorrido, el puente dispone de unos descansillos en los que puedes salirte del reguero de gente que cruza el puente para poder admirar las vistas del Parlamento en todo su esplendor, aunque no serán estas las mejores vistas que obtendréis este día.
Una vez que atravesamos el imponente puente, se alzaba majestuoso ante nosotros el gran Castillo. Pero antes queríamos hacer otra visita im-pres-cin-di-ble, desde donde, ahora sí, obtendréis la tan ansiada fotografía del Parlamento: el Bastión de los Pescadores.
Para subir a la colina podéis usar el medio de transporte más antiguo del mundo: las piernas. Aunque también existe la posibilidad de subir en funicular. No tiene pérdida, nada más atravesar el puente, veréis el funicular justo enfrente. Por unos 4€ por trayecto (Junio 2017) podréis tomar dicho transporte. Obtendréis descuento si compráis el billete de ida y vuelta. Puesto que por aquel entonces viajábamos sin niños, nosotros decidimos subir andando por unas escaleras que quedan a la izquierda del funicular.
Una vez arriba giramos a mano derecha para encontrarnos frente a frente con el Bastión de los Pescadores.
Lo primero con lo que nos topamos fue con la Iglesia de Matías. Un bonito edificio neogótico en el que se han llevado a cabo eventos tan importantes como la coronación de Carlos IV, último rey de la dinastía de los Habsburgo en 1916.
El precio de la entrada es de unos 5€ (Junio 2017) y os recomiendo entrar ya que el interior es precioso. Cuando nosotros la visitamos, la pena fue que estaban restaurando el interior por lo que no pudimos apreciar con detalle toda su belleza. Pero entre andamio y andamio, vimos que es una visita que merece mucho la pena.
Tras echar un último vistazo a la iglesia, salimos al exterior para encontrarnos con el ya archiconocido Esteban I (¿recordáis cuando vimos todas sus reliquias en esta entrada?). En este caso, su presencia venía a través de una bonita estatua de bronce que se encuentra a las afueras de la iglesia.
Tras saludar al primer rey de Hungría, estábamos ansiosos por contemplar por fin las famosas vistas del Parlamento desde la orilla de Buda.
Lo primero que nos sorprendió fue la arquitectura del Bastión ya que no se parece en nada a ninguna otra construcción de la ciudad. A nosotros personalmente nos encantó.
Nos quedamos un buen rato admirando las curvas de esta edificación, pero no podíamos más y queríamos asomarnos al bonito mirador. Sentíamos esas cosquillas en la barriga sabiendo que estábamos a punto de ver una imagen que perduraría en nuestra mente para siempre. Nos acercamos poco a poco, y al fin, lo vimos. El recto Danubio trazaba una impenetrable barrera tan sólo surcada por puentes que antaño no existían, puentes que hace pocos años sufrieron la ira de uno de los regímenes más perverso que ha conocido la humanidad. Y al otro lado de la barrera se alzaba majestuoso EL EDIFICIO. El símbolo de todo un país como lo es la Torre Eiffel para Francia o el Big Ben para Inglaterra. Ante nosotros, el Parlamento nos miraba desafiante sabiendo que era el objetivo de todas las cámaras que allí se agolpaban.
No podíamos apartar la mirada del hipnótico edificio. Pero no sólo el Parlamento se llevaba todas las miradas, el Puente de las Cadenas a su izquierda e incluso el propio Bastión eran objetos de las cámaras. Y es que, realmente, mirases donde mirases siempre había algo que llamaba tu atención.
No sabríamos decir el tiempo que estuvimos allí asomados a ese balcón de lujo de la ciudad, pero puedo asegurar que alguna hora se nos fue.
Tras agotar a nuestros ojos con semejantes vistas, tocaba la hora de visitar el Castillo de Buda, también conocido como Palacio Real.
Siguiendo la calle que queda a la izquierda de la Iglesia de Matías (quedando esta a nuestras espaldas), llegamos en apenas en 5 minutos al Palacio.
Puesto que no teníamos intención de entrar al Palacio, ya que los museos no nos llamaban demasiado la atención, el tiempo que allí estuvimos lo dedicamos a pasear por los tranquilos alrededores del Palacio y a no perdernos detalle de las estatuas, jardines y fuentes que decoran las inmediaciones del Palacio.
Tras un agradable paseo, decidimos bajar de la colina para continuar nuestro camino por la orilla del río. Y es que queríamos ver de cerca una estatua con un nombre muy conocido: Estatua de la Libertad.
Pues sí, aunque evidentemente la estatua neoyorquina del mismo nombre es la más famosa del mundo, Budapest también tiene la suya propia.
Aunque es posible subir a la colina en un autobús, os recomiendo subir andando ya que las vistas son envidiables.
Una vez llegados arriba, sólo restaba disfrutar de la estatua que tanto representa para el pueblo húngaro.
Además, desde la colina Gellert también se observan unas espectaculares vistas. Juzgad vosotros mismos.
El sol se ponía y era hora de ir bajando camino de nuestro hotel. Cuando llegamos abajo, era noche cerrada, y ya desde el otro lado del Danubio pudimos ver iluminados todos aquellos símbolos cargados de patriotismo que habíamos visto durante el día. Y es que Budapest, bien merece una visita.
2 Comments
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latitude
Muchas gracias por compartir!!!